El Hueso del Pollo [JiraTsu]

El bosque de la muerte, un lugar peligroso. Hogar de muchas criaturas extrañas y desconocidas. Terroríficamente aterrador para un gennin. Peligroso para un Chunnin. Un lugar de sumo cuidado para un Jonnin. Un lugar más en el planeta, como cualquier otro, para un Kage. Y un patio de niños para un par de Sannin.

El hueso del pollo. La fantástica tradición nos dice que al comer el pollo frito con alguien, se llegará a un punto en el que se encuentra un hueso de forma especial, como en "Y". Dos personas pedirán un deseo y luego intentarán partirlo en dos. Quién tenga el pedazo de huesito más grande tendrá un "premio", que su deseo se "vuelva realidad".

Una tradición simple, infantil, divertida.

Y problemática.

– ¿Por qué no se rompe?

– Porque no puedo usar toda mi fuerza gracias a ti.

– Sabes que no sería justo.

– Sabes que yo ya habría ganado.

El shinobi enfocó más chakra en su mano para partir el hueso en dos, dejándose él, la parte más grande. No falto mucho tiempo para que la kunoichi protestara.

– ¡Jiraiya! – Vocifero por todo lo alto – ¡Hiciste trampa!

– Use mis capacidades – se defendió.

– No me dejaste usar las mías – Reclamó

– Es que las tuyas son anormales.

Bakka

– ¡Tsunade, era solo una broma! – Gritó el shinobi que era perseguido por una rubia de pecho voluptuoso a lo largo del bosque de la muerte.

– ¡Nunca debí haber dicho que sí! – Recriminaba ella con el ceño fruncido – Sabía que sería una mala idea. – Decía en tono astiado.

Lo alcanzó, y lo golpeó.

– Eso te enseñará a no hacer trampa, y menos conmigo. – Dijo orgullosa dándole la espalda.

El sannin se recobró. Tocó su rostro y se medio acomodo la mandíbula, al tiempo que se limpiaba la sangre de la nariz.

– Vale, mi error. Pero… ¿te gusto mi pollo?

Tsunade se apenó ante tales palabras. Lo había malpensado, aunque su amigo no lo había dicho con esas intenciones. Un rosa tiño levemente sus mejillas, y disimulándolo se acomodo un poco el cabello.

– Estaba bien.

– ¿Sólo bien?

– Bueno, muy bien.

– Entonces no te gusto – Dijo a tono de depresión.

– Sí, sí me gustó Jiraiya. – Dijo acercándose a él con una mirada de pena, de alguna forma el peli blanco había logrado hacerla sentir mal. – Fue una bonita cita. – Le sonrió.

– ¿Admites que fue una cita? – Dijo el levantando la cabeza, sorprendido.

– Bueno, una salida. "Cita" es un término muy ambiguo – Intento excusarse, pero era inútil e innecesario.

– ¿Ves? Te dije que no te arrepentirías de tener una cita conmigo en el bosque de la muerte – Le dijo él más feliz

Tsunade sonrió, su amigo alegraba su humor fácilmente, y aunque a veces la sacaba de sus casillas, le encantaba estar con él. Y el hecho de pasar el tiempo ahí, en ese lugar aterrador, donde ambos sabían que no serían interrumpidos… De pronto no pareció tan mala idea. Por más estúpida que sonará cuando era dicha en voz alta.

Pero pensó las cosas muy pronto.

– Jiraiya – Dijo en un tono lúgubre

– ¡Perdón! – Se puso de pie – Pero fue inevitable, Tsunade. Tienes unos labios muy atrayentes.

¿Cuántos errores se podían cometer en un día? Muchos.

Ya estaban lejos del bosque de la muerte. De techo en techo se veían las dos figuras en el centro de la aldea.

Insultos por parte de la rubia, risas por parte del viejo.

Él arruinó el lindo momento de amistad que pasaban robándole un beso, y no había nada que la Godaime detestara más que eso. Él día había sido complicado para ella. En la mañana se sentía extrañada y confundida, estaba de picnic en el bosque de la muerte con Jiraiya, algo que no pasaba precisamente todos los días. Se sentía alegre y alagada, porque habían pasado un buen momento juntos mientras comían del pollo frito que él cocinó para ese día, especialmente para ella. Se sentía limitada y competitiva por haber sido condicionada a la hora de romper el maldito huesito pollo. Y se había sentido furiosa cuando le hicieron trampa y le robaron ese corto pero significativo beso.

Ella acumuló chakra en su puño derecho, él hizo algo estúpido.

– Ashh… Qué bien se siente mi estómago luego de salir de Ichiraku Ramen – Dijo con una sonrisa un pequeño rubio, contagiando alegría – ¡Nos veremos más tarde viejo, gracias!

– ¡Kawarimi no jutsu!(1) – Se escuchó no muy lejos del puesto de comida rápida.

– ¡Ah!, ¡Quítate!, ¡Cuidado!, ¡No! – Fueron varios de los gritos que se escucharon antes de que se aclarara la situación.

Un Naruto inconsciente. Un Jiraiya apaleado. Una Tsunade estresada.

– ¡Shizune! – Llamó la rubia con voz alta, toda la aldea la escuchó. No paso mucho tiempo para que la peli negra apareciera.

– ¿Tsunade – sama? – Dijo con asombro al ver la situación.

– Ayúdame a llevar a Naruto al hospital, yo llevaré a este viejo pervertido. – Dijo cargando a su antiguo compañero de equipo en su espalda.

Shizune así lo hizo, caminaron en silencio hasta el hospital. En el recorrido solo se podían escuchar la voz del pequeño e hiperactivo rubio, aún inconsciente, decir tonterías. Al llegar, atendieron a ambos y cuando ya estaban descansando Shizune no aguantó más tiempo para preguntar.

– ¿Qué fue lo que pasó en su cita?

– Que no era una cita – Decía la mujer mientras leía una revista, ambas esperaban en la habitación de los shinobi a que despertaran.

– Bueno, pero ¿porque golpeó a Jiraiya y a Naruto? – Preguntó acariciándole la cabeza al rubio sobre su blanca almohada.

– Jiraiya es un cobarde – Dijo en un suspiro.

– … - Shizune esperaba a que terminara de hablar.

– Usó un Kawarimi para evitar mi golpe, al primero que sintió cerca fue a Naruto. Al menos él es un ninja, si hubiera tenido cerca a un aldeano no sé qué hubiera pasado. Creo que ese niñato tiene mala suerte, estar en ese lugar en el preciso momento...

Shizune se sorprendió – Eso fue algo irresponsable por parte de Jiraiya sama. Qué lástima por Naruto, al menos usted controló su segundo golpe hacia él cuando se dio cuenta que era el Uzumaki. De haber sido Jiraiya, estoy segura que habría terminado peor.

– Sí, después busqué con la mirada a Jiraiya y le tire una losa del techo directo a la cabeza, pero no pude seguir con él, tenía que atender las heridas del niño Kyuubi.

– Pero yo las atendí – Pensó Shizune algo desvalorada – Puedo preguntar ¿porque lo perseguía?

Hubo un silencio entre las dos. Shizune miraba a su maestra con curiosidad. Ella cerraba la revista.

– Jiraiya me beso.

– ¿Cómo? – Preguntó una voz, que para desgracia de Tsunade, no era la de su querida alumna.

– ¡Naruto, despertaste! – Dijo alegre por su salud Shizune.

– ¿Ero-sennin y la vieja se besaron? – Repitió.

Tsunade enrojeció y desvió la mirada respondiendo un cortante – No.

– ¡Yo te oí vieja! ¡Te gusta el ero-sennin! ¡Se besaron y se van a casar! – Comenzó a canturrear.

– Cállate – Decía ella con el ceño fruncido y un rojo no ocultable en sus mejillas.

El rubio se levantó de su cama y la señalo – Al menos es alguien de tu edad – Le dijo apuntándola con su dedo índice y con los ojos entre cerrados.

De tal palo… tal astilla. Quizá no era tan bueno que Naruto Uzumaki fuera entrenado por el pervertido número uno de la hoja...

– ¡Sala de urgencias, habrán paso! – Se escuchaba la voz de una pelinegra correr con otra enfermera por los pasillos del hospital.

– Niño de complexión media, rubio, de unos 12-13 años. Con heridas múltiples y graves, pérdida de sangre muy rápida. – Notificaba otra enfermera mientras entraba en sala de urgencias.

– Tsunade, no te deberías pasar con el muchacho. – Dijo una voz ronca a la rubia que se quedo dentro de la sala, sin importarle en lo más mínimo que el Uzumaki muriera de camino a urgencias.

– ¿Hace cuanto estas despierto, bakka?

– Hace un rato, suficiente para escuchar a Naruto hablar por primera vez.

– Te merecías el golpe, y él también. Ustedes dos no deberían pasar tanto tiempo juntos.

– Es inevitable, él se me pega como parásito, con eso de querer ser Hokage. Planea que le enseñe todos los Jutsu que sé, ese es un privilegio que no se ha ganado.

– Tal vez se lo gane. – Dijo la Hokage sentándose a un lado de la cama del ninja.

– ¿La Quinta Hokage de Konoha no debería estar trabajando? – Dijo el Sannin mientras se levantaba de la cama y se sentaba junto a ella en la misma, llevando puesta la bata del hospital.

– Sí, tiene mucho que hacer. Pero supongo que quiere asegurarse de que su amigo siga bien. – Le respondió sonriendo levemente pero con una mano en la frente apoyando su cabeza. Estaba muy estresada.

– Su amigo está bien, ella se puede ir. – Le dijo dándole un leve beso en la mejilla, tierno y rápido, que tomó a la rubia desprevenida.

– Pero ella no se quiere ir. – Le respondió con una sonrisa cálida mirándolo a los ojos, mientras rozaba con sus dedos los de él. Respondiendo al acto, el peli blanco tomo su mano en medio del silencio.

– Eso alegra mucho a ese amigo. – Dijo cortando el silencio que se produjo, con una risa de ambos.